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José Antonio Labordeta: "¡A la mierda!"

Sin temblarle el pulso y harto de las gracietas de los populares- ahora Partido de los Trabajadores- soltó un "a la mierda" seguido de "lo que les fastidia a ustedes, que han controlado el poder, es que vengamos aquí a hablar". Todo ello entre risas de diputados, algún ministro también, que algo de verguenza deberían sentir al verse en tal actitud.
No era Labordeta un político al uso, por eso sus palabras podrían dirigirse a un alto porcentaje de políticos de uno y otro color.
El primer recuerdo que tengo de él - de su música- es en Valladolid; las manos unidas con un numeroso grupo de personas entonando su "Canto a la libertad". Por entonces, Chile se había convertido en una dictadura y aquí aún no habíamos salido de la nuestra. Se erizaba el vello en "clandestinidad" gritando "Habrá un día en que todos al levantar la vista veremos una tierra que ponga libertad". Aprendimos sus versos al lado de los de Paco Ibáñez, Luis Pastor, Jacques Brel, Moustaki y Víctor Jara.
Y aprendimos también su ironía, su socarronería con "Meditaciones de Severino el sordo"; sin desperdicio.
Dentro de un señor que se paseaba por España con una mochila, había un alma de maestro, que lo era- catedrático-, auténtico, de verdad, enraizado en Aragón y patrimonio de todos.
No era político al uso, no era músico al uso; su personalidad se alzaba sobre modismos, sobre técnicas instrumentales y sobre formas;
Su sentido del humor brotaba espontáneo. Era capaz de crear la historia de las tazas de té con elementos pornográficos que tanto escandalizaron a su prima "monjil", que esta huyó de casa y aún no se conoce su paradero. O se solidarizaba con aquellos que pedían que se contratara informadores del tiempo que fueran zurdos, pues con el trasero ocultaban Murcia y en Cartagena nunca sabían qué tiempo tendrían. Así, en todo caso, la peor parte se la llevarían los portugueses.
José Antonio Labordeta, maestro de maestros, cantautor de verso hondo, político de verdades desnudas. La persona por encima del personaje, capaz de desentrañar las verguenzas de los encorbatados que, tras la poltrona, ríen con patetismo cuando alguien les canta un par de verdades.
Espejo que debiera ser de las nuevas generaciones: de los políticos, para que se miren menos el ombligo y de los maestros para que no perdamos el referente. ¡Que sabe Dios lo que les contarán y cantarán a los niños quienes la primera vez que han sabido algo de Labordeta ha sido, precisamente, hoy!

Un maestro y una maestra

Esta profesión nuestra, cierto es, no está reconocida como debiera. Al cabo de los años te das cuenta de que todo el sacrificio, las horas dejadas entre libros, entre niños y adolescentes, no son gratificadas como merecen. La nómina, aunque fuera el doble, tampoco compensaría una actividad que no se elige por la cuestión crematística, sino por convicciones profundas en lo que haces. Las palabras "maestro" y "vocación" son inseparables. Nadie que no esté convencido, que haya querido ser maestro desde niño, será capaz de entender esta tarea en su justa medida. Uno no elige ser maestro, es el magisterio el que te elige a ti, bien a través de tus profesores, de tu entrega a la sociedad, o por intentar arreglar algo este deshilachado mundo.

Todos los maestros hemos tenido maestros que nos han marcado en nuestro particular deambular por aulas y patios. De entre los míos podría hablar de Don Fili, a quien siempre tuve una gran admiración, Don Benja, con quien compartí mis primeras preocupaciones en el "Juan XXIII", ya como maestro. Luego vendrían otros en Bachillerato, COU, Universidad...Todos dejan una huella imborrable, y quieres ser como ellos y disfrutar como ellos de lo que hacen.

Entre todos, hay dos que por cercanía y amistad quiero recordar: Don Vicente y Doña Clemen.

A Vicente López le conocí ya entrado en aulas y papeles, cuando comencé dando clase, ¡qué manera de empezar!, nada más y nada menos que a mis propios amigos, año arriba año abajo, a los chicos de mi quinta. Primera experiencia e imborrable. Y no fue difícil porque a la ilusión sumaba la suerte de tener como asesor a Vicente, a quien recurría siempre en caso de duda, que al principio son muchas. Esta amistad fue fraguando mientras esperábamos la Celebración del IV Centenario de la Muerte de San Juan de la Cruz. Se nos acumuló el trabajo en el Colegio, en la Asociación, en las Comisiones...En honor a la justicia debo decir que Vicente siempre estuvo ahí para cualquier consulta, apoyo, propuesta. Y ahí sigue estando. Sus consejos, por eso de ir un paso por delante, jamás los eché en saco roto.
Fue con ese motivo del Centenario con el que creamos un Grupo de Trabajo a fin de elaborar documentación relativa a la historia de nuestro pueblo. Entonces, las nuevas tecnologías se limitaban a una máquina de escribir y una cámara de vídeo rudimentaria, por lo que el trabajo exigía muchas horas de preparación, ajustes, elaboración. A esta tarea dedicamos dos años, buena parte de ellos dejándonos literalmente la vista entre legajos del Archivo Diocesano y del Archivo Provincial, alcanzando el nombramiento de "Investigadores Históricos" que nos permitía acceder a otras Instituciones. Tarea laboriosa pero tremendamente enriquecedora. Datos y más datos que cogíamos en "sucio" para después ordenar en casa durante horas. Así un día y otro día, hasta completar un trabajo que hoy conocen muchos fontivereños y cimentado en otro trabajo anterior de otros dos maestros: Doña Sabina, maestra de maestros, y Don José Zurdo, "Pepillo", no maestro de profesión, pero sí maestro de poetas y gran sabedor del Santo y su obra.
Otra buena parte del trabajo era "pasar a limpio" todos los documentos, ordenar, clasificar...Y quien mejor para ello que Clemen Jiménez.

Clemen realizaba el trabajo lento, el que no se ve, pero sin el que nada tendría sentido. Muchas horas dejadas a golpe de caligrafía de maestra para poner en orden el material. La constancia y el buen hacer de quien posee una gran capacidad de trabajo, unida a una ilusión desbordante, hicieron posible la obra.


Dos maestros, dos personas diferentes en su carácter pero rigurosos en su trabajo, sin dar concesiones a frivolidades ni ligerezas; intentando evitar esa cadencia con cierto grado de dejadez que a veces se observa en quien no está en el lugar adecuado. Vicente y Clemen sí que han estado en el lugar adecuado, y gracias a ellos, a su tenacidad y empeño, podemos decir que el "Juan XIII" ha sido un Colegio donde se han transmitido los valores precisos para que el alumnado se integre en la sociedad haciéndola más justa y solidaria.

En medio del debate sobre la escuela actual y la del pasado, no tuvieron ningún inconveniente para conjugar su convicción en unos valores tan tradicionales como nobles, con una escuela que despega vertiginosamente entre las nuevas tecnologías. Y no renunciaron a sus principios cuando les cambiaban la ley cada cuatro años. Y se ajustaron a programaciones, planes y competencias básicas sin angustia ni desazón, realizando un trabajo impecable.

Hasta los últimos cursos se les vio haciendo cursos de formación. ¿Paradoja? No, todo un ejemplo para los maestros incipientes.

Eran ejemplo de puntualidad para entrar, que no para salir; de compañerismo, siempre dispuestos a ayudarte, a escucharte; de cordialidad, intentando hacerte la tarea más fácil. Y entregados al máximo a su vocación.

Apuesto a que Clemen no ha dejado una sola página sin corregir de los cuadernos de sus alumnos. Y apuesto también a que Vicente no ha dejado un solo papel sin resolver a sus sucesores. No, no eran de dejar las cosas a medias, con pespuntes.

Nada de artificio, pues, en este panegírico. Dos maestros, un maestro y una maestra, entregados en cuerpo y alma a la escuela; la escuela que nunca debió desaparecer entre rivalidades políticas y leyes a la carta. Algunos, no todos, hemos recogido ese relevo y tratamos de mantener el espíritu de una escuela, no tradicional, sino concebida como lugar de encuentro de la enseñanza y la educación, del saber y del ser. Una escuela que no es origen de problemas, sino de resolución de los problemas que antes no llegaban y ahora no cesan de acudir. Doble tarea, por tanto.

En honor a estos nuestros compañeros, nuestros maestros, tenemos que reivindicar esa escuela donde la palabra trabajo adquiere un sentido especial, donde cabe el progreso sin abandonar el rigor, donde caben la tecnología y la caligrafía, las competencias y los valores.

Flaco favor haremos a la sociedad si olvidamos los valores propugnados por esa generación de maestros que, la edad no perdona, van dejando la escuela.
Si el término jubilación viene de ´júbilo´, nunca este fue tan merecido como en el caso de Vicente López y Clemen Jiménez. Que nuestro mayor agradecimiento sea que seguimos contando con ellos, con su experiencia, y ese gesto de complicidad que los alumnos tenemos con nuestros maestros cuando los encontramos. Porque gracias a maestros como ellos, muchos decidimos que nuestra vida fuera la que es, entre libros, mocos y cordones de zapatos. Y nada, nada es más gratificante para quien realmente ha sido elegido para ello.
Gracias, maestros.

Con todo mi afecto,
Javier Sánchez Sánchez

 

A Eugenio "Geñín", "In memoriam"

Te fuiste en silencio; en silencio viviste, sin alharacas. Poseías el don de las personas que saben pasar desapercibidas, sin que nadie les eche de más. Por eso siempre eras bienvenido; por eso, eras capaz de salvar la cerrazón que aquí guardamos en las pandillas. Todos tenemos nuestro grupo de amigos, los demás son conocidos. Tú tenías tu grupo de amigos pero los demás no éramos conocidos, también éramos tus amigos. Tu mundo no era tuyo, era de todos.
Saludabas siempre con una sonrisa, si acaso levantando levemente el brazo si estabas lejos; de cerca, una buena palabra, sin ademanes, y la disposición para una charla nada trascendental pero siempre agradable y distendida.
Fuera de los tuyos, poca gente te recordará en poco tiempo. No eras una persona "importante", no tenías un currículo brillante, y por eso nadie te dedicará homenajes ni panegíricos, ni falta que te hace. Porque, mientras el mundo valora la humildad de los grandes, yo prefiero valorar la grandeza de las personas humildes. No tenías títulos, pero supiste hacerte a ti mismo desde la nada.
Estando atentos podíamos aprender mucho de ti: sabías estar en una conversación independientemente del tema. Si te resultaba ajeno, mantenías una discreta atención; si lo conocías, tampoco alardeabas de saber, sencillamente opinabas con una modestia que rayaba la timidez. Tan admirables eran tus palabras, atinadas y atentas, como tus silencios escudriñando a los demás para aprender de ellos. Escuchar es la asignatura pendiente de nuestro tiempo, y en eso eras un maestro.
Presumías, y mucho, de tus cosas, que para eso te las habías ganado en la obra; y por eso las valorabas más que los que hemos tenido la suerte de una vida más fácil. Eras muy responsable y cumplidor en tu tarea, así lo decían todos tus compañeros. Tanto, que pertenecías a esa rara especie de personas que si un día no llegan al trabajo unos minutos antes, es mejor no preguntar por qué no han venido. Y así fue.
Que fray Juan de la Cruz te reciba con las manos abiertas, tan abiertas como ese trozo de horizonte que te saludaba cada mañana desde la Laguna camino del andamio.

Crisis de valores

Se dice, en los círculos más atrevidos, que esta no es una crisis económica sino una crisis de valores. Para que se produzca una crisis económica ha de existir, como poco, un desarrollo económico aceptable. En África jamás podrá generarse una crisis económica, ¡qué más quisieran! La crisis, nuestra crisis, es económica para quienes durante décadas se asentaron en el conformismo de los demás, en la complacencia social y en el orgullo propio. Y no puede adjetivarse de otro modo porque su fin fue exclusivamente el lucro por encima de todo y de todos. El resto, los mortales, ya sufría la crisis, pero lo hacia en silencio; consintiendo, aplaudiendo, tolerando, transigiendo y aguantando. Esta actitud, “tan educada”, les permitió sobrevivir mientras contribuían con sus impuestos, sus horas extras no cobradas, su parte de nómina “en negro” y sus facturas sin IVA a que el señor les diera palmaditas mientras engordaba su cuenta bancaria.
Con la vuelta a la realidad se han descubierto las vergüenzas de unos y otros. A los primeros tanto les da, pues hasta las crisis, a su medida, les mantiene en su trono dorado.
Para que haya crisis de valores, igualmente, han de existir valores. El enmascaramiento en un nivel de vida aceptable hacía pensar que manteníamos cierto orden social, educación, respeto. Y no, ha bastado un mínimo bamboleo para sacar a la luz la falta de principios. No hemos perdido valores, no existían. Las concesiones que permitieron la transición evidenciaban una intención clara de remontar el vuelo, lejos de autarquías. Sin embargo, algo debimos hacer mal cuando el monstruo ha despertado apenas treinta años después; ahora con nombre de capitalismo, pero con las mismas garras y la misma prepotencia. O nos planteamos en serio recuperar el diálogo plural, olvidándonos de los intereses particulares, o un segundo intento en falso puede rematar en caos.
Es curioso cómo puede trasladarse lo particular a lo general y viceversa. No puede haber orden en un país si dos personas son incapaces de ponerse de acuerdo siquiera en el color del cielo.

 

Causa sin rebeldes

A la bautizada “Generación NI NI” le sucederá sin duda la “Generación NA NA”. Se tratará de seres sin obligación alguna, con todos los derechos adquiridos y a quienes habrá que cantar una nana mientras se les cambia el pañal. Seres inertes, manos ocupadas en un teclado virtual, ojos fijos en una pantalla desde la que gestionarán su supuesta vida. Vivirán en cubículos oscuros, - las pantallas reflejan la luz-, y disfrutarán de innumerables hipotéticas fiestas. ¡Y serán felices! Felices en el sentido de felicidad creado desde que el conformismo se alistó entre nosotros.
La generación de los 80 es la denominada “Generación Y”, y no merece muchas líneas pues son un sí-es no-es indefinible. Habrá de pasar tiempo para conocer el alcance de su presencia, si es que la tuvieron alguna vez.
Antes, los nacidos en la década de los 60, somos la “Generación X”, incóh¡gnita que define perfectamente nuestra esencia y niega nuestra existencia. Sobrevivimos por el duro trabajo de nuestros padres y, lloramos mucho para superar sus miedos de posguerra. No estábamos preparados para asimilar sus carencias y tampoco para innovar sin que nos defenestrasen. Sencillamente se nos ignoraba.
Nos codeamos con los mejores, desde Gandhi hasta Ché Guevara, pasando por el propio Jesucristo o Bob Dylan, Los Beatles o la quinta del Buitre. Algunos, además, y por necesidades del guión, conocimos a Hesse, a Moliere e incluso a Hans Küng. Aprendimos a decir no, a costa incluso de perder trabajos, con tal de no tragar el caciquismo imperante, coletazos del antiguo régimen durante la transición. La confianza en nuestras capacidades lo permitía; sabíamos que más pronto que tarde la vida nos guardaba un sitio, el nuestro. Y negábamos, por ello, todo lo que no se acomodase a los valores que habíamos aprendido.
Nos llamaron de todo quienes preferían guardar sus talentos en lugar de luchar, invertirlos en su futuro. “Un día te vas a estrellar...”. Nos decían.
Daba miedo escuchar eso. Pero se nos pasó el día en que un camión realizó un adelantamiento y nos dejó su remolque apenas a un palmo de nuestro parabrisas. Descubrimos de repente que era más fácil estrellarse, sin eufemismos, contra un trailer alemán a pesar de respetar las señales, que rebelándonos contra lo establecido.
Hoy somos – el verbo ser siempre estuvo peleado con el “tener”- lo que quisimos ser. Disfrutamos de lo que siempre quisimos hacer. Conocemos el significado de la palabra trabajo, y justicia, y solidaridad. Y los profetas apocalípticos, a estas alturas, todavía se atreven a darnos consejos: “Te vas a estrellar...”. Porque seguimos recomponiendo el mundo aunque nos llamen ilusos, porque como decía Ban Powell, queremos dejar el mundo un poco mejor de cómo lo encontramos, queremos pasar por la vida y no que la vida pase por nosotros.
Nuestros alumnos absorben algo de esta quintaesencia que les transmitimos. Lo menos, pues el influjo mediático y la impunidad les protege. En medio de una crisis galopante, con un futuro más que incierto, echo de menos esa rebeldía de la que aún guardamos rescoldos y que ni siquiera ha prendido en esta nueva generación apática, abúlica y triste. Por eso, cuando un alumno, casi nunca, viene a reclamarme algo, a protestar por algo, me reconozco en él y confío en que no corre horchata por sus venas. Incluso, si son sus padres quienes se rebelan, casi nunca, me queda la esperanza de que algo podrán inculcarle de ese espíritu inconformista y resignado.
Algún día, algún día nos estrellaremos por intentar imitar a nuestros referentes, algún día, algún atrevido alumno se estrellará por intentar imitarnos. Eso sí, antes tiene muchas oportunidades de hacerlo, sin eufemismos, contra un camión alemán cuyo conductor olvide mirar por el retrovisor.

Este mensaje lo he puesto en un foro que hay sobre el pueblo, también lo muestro aquí por si queréis dejar vuestra opinión.

El declive empieza sobre el año 90, justo cuando Fontiveros- si se hubiese organizado un poco-, debería haber despegado. El punto clave era 1991- Centenario de San Juan-, pero no se gestionó adecuadamente. Pudieron más los intereses políticos, - como casi siempre-, que el futuro del pueblo. Por entonces, en ese momento sí, se debería haber construído el Centro San Juan de la Cruz, edificio que a día de hoy no tiene ningún sentido. Y si lo tiene, nadie lo ha explicado. Un pueblo no se hace con obras de ladrillo, sino alimentando en la población las posibilidades de crear algo nuevo: un negocio, alternativas de ocio, etc, pero con apoyo de las instituciones que no han dudado en gastar millonadas en obras ridículas que hoy están llenas de humedades y telarañas.
Y otro aspecto, quizá más importante, es el factor humano. Se debió haber aprovechado la inquietud de tanta gente que tenía ganas de hacer algo en Fontiveros. En esa fecha había en Fontiveros 8 asociaciones. ¿Cuántas quedan? Alguien tiene que explicar a los políticos que las cosas no se hacen con dinero, sino con imaginación. Y de eso carece la mayoría.
Fontiveros hoy es "mucho" para cuatro incondicionales que se conforman con mantener una rutina, coletazos de lo que pudo ser y no fue, y su mal entendida devoción a San Juan, figura que parecen desconocer. Al menos, en nada se corresponde su actitud con lo que el Santo "predicaba". También habría que rescatar la auténtica figura de San Juan, que no es la que está metida en las hornacinas, ni mucho menos. Aunque a muchos les salgan los colores.
Y no hay más, no nos engañemos. Lo que se intuye en vuestros comentarios es cierta intranquilidad, pero no será posible salir de este decaimiento con unas cuantas obras de caridad, que sí aportan votos pero no ofrecen nada interesante al pueblo. Lo que sucede en Fontiveros no puede ser decidido fuera del pueblo, sino por los propios fontivereños. Tenemos muchas "armas" para defender lo nuestro, pero siempre hemos mirado a Ávila para hacer las cosas. Y en algún momento, podríamos haber puesto condiciones a Ávila para hacerlas; haber destinado tantos fondos derrochados a lo que de verdad hubiera dado alas al pueblo.
Alabo las iniciativas particulares e institucionales, las mejoras en algunas instalaciones (como la piscina), el buen hacer en las fiestas de agosto,...Todo eso está muy bien, pero siempre hemos considerado que Fontiveros no es un pueblo más de La Moraña. Fontiveros tiene una historia y unos recursos histórico-artísticos que deben ser aireados con más eficacia. Es triste ojear guías de viaje donde no aparece el pueblo; ni en rutas de tanto calado como "No te pases siete pueblos", y otras gastronómicas.
Por tanto, hay que lidiar con lo que hay (no con lo que no hay). Fontiveros es un pueblo morañego de menos de 900 habitantes, con una población cada vez más envejecida, con escasas posibilidades de trabajo, sin iniciativas de cara al futuro y con un Centro que se presenta como punto de inflexión para cambiar el panorama. El problema es que no sabemos cuál es la estrategia para cambiarlo ni las posibilidades de ese Centro. Si se gestiona adecuadamente y hay demanda, puede producirse cierto resurgimiento; nada para tirar cohetes, no nos engañemos. Y si no se hace (ahí están otras faraónicas obras), seguiremos este goteo de abandono por parte de los jóvenes (que son los que merecen todo el apoyo)...Y, en ese caso, el último que apague la luz.
Saludos.
Javier Sánchez Sánchez

 

la deshumanización de la educación

En una escuela que más parecía una casona, D. Julián se las apañaba para enseñarnos los ríos y las regiones, los aeropuertos y la tabla de multiplicar. Él era el director de la escuela, el jefe de estudios, el secretario...Eso sí, por tanto empleo solamente cobraba un exiguo sueldo.
Bien es cierto, que sus métodos vistos desde la perspectiva que nos dan los tiempos y las nuevas pedagogías, no eran muy ortodoxos. Ahora bien, si queremos alimentar la polémica, bastará con recordar al lector que, mal que lo hiciera el viejo maestro, a fecha de hoy en una población de poco más de cien habitantes se cuentan, la mayoría en otros rincones, más de veinte maestros, además de empresarios, algún ingeniero...

Legislar sobre educación desde un despacho, además de ser tarea difícil, se nos antoja complejo e irreal. Así, contamos las Leyes de Educación por legislaturas, lo que sin duda obedece a intereses lejanos al ámbito educativo. La comunidad escolar se encuentra al albur del partido que gobierne. Cuando más necesario es un consenso en materia educativa, más lejos se vislumbra una ínfima posibilidad de alcanzarlo. Caballo de batalla en campaña electoral, después no da votos, la educación pertenece al reino del olvido el mismo día de celebrarse los comicios. Hay que esperar hasta cuatro años más para que la sociedad, e incluso los políticos que nos representan, tengan a bien dedicar, aún por interés partidista, unos renglones de sus mítines a la educación. El resto ya lo sabemos.

Las Comunidades Autónomas, con las competencias educativas transferidas, buscan recovecos para, a su manera, interpretar aquella Ley que se aprobó. Poco importa la singularidad de cada región, de cada provincia, para elaborar el calendario escolar, por ejemplo. Poco importa el desarrollo económico, social, para orientar el currículo a las necesidades, a la demanda. En definitiva, el mapa educativo se resume en dos colores que, ya no nos asombra, se corresponden con los de los dos partidos políticos que alternan en el poder.

Poco recorrido para los Centros, Sindicatos e incluso la propia Administración. La repetición de fórmulas, a veces descabelladas, se sucede por décadas sin que nadie ponga remedio. Y es que, esa inmovilidad la hemos asumido como algo normal; forma parte del paisaje y no hay modo de cambiarla.

No parece que el intento de S.M. el Rey en su mensaje navideño, incidiendo en "la necesidad de elevar la educación y preparación de nuestros jóvenes, cuyo compromiso con la sociedad es un activo insustituible.", sea estímulo para quienes no es que vivan fuera de la realidad sino que, sencillamente, viven otra realidad.

Esta democracia de listas cerradas permite la permanencia de muchas personas en cargos que bien merecen aire fresco. Eso sí, de no haber un cambio sustancial en todo el organigrama, más allá de la política, y una reforma del propio sistema educativo, casi es preferible que no se altere el modelo que todos hemos llegado a aceptar; más por resignación que por convencimiento.

Al parecer, nuevas Leyes tampoco solucionan viejos problemas. Y tampoco, quizá se pierda en el camino, consiguen plasmarse de forma eficiente en el día a día en lo que respecta a Innovación y Tecnología. La era de la comunicación está devorando viejas pedagogías, obsoletos métodos y anticuados recursos. La escuela no consigue avanzar a un ritmo demasiado ligero; la formación del profesorado no es suficiente para llegar a los nuevos mundos que se descubren cada día. Lo que ayer era última moda, hoy es pasado. Pero, si es complicado estar al día en los nuevos avances, más lo es aún compaginarlo con una educación personalizada y centrada en los valores humanos.

Es revelador el caso de una niña que, además de padecer leucemia, tiene que soportar la indiferencia de la sociedad. Cuando el artículo 27 de la Constitución nos garantiza a todos una "enseñanza obligatoria y gratuita", ella solamente recibe cuatro horas semanales de clase para avanzar en su 1º de Educación Secundaria. Algo falla.

Porque, a D. Julián se le pueden censurar sus métodos. Incluso esa fila encabezada por "el más listo de la clase" que hacía cada día. Pero jamás olvidaba en un rincón a un alumno enfermo.

Paseamos por las ciudades sorteando mendigos como si nada. Recibimos las cifras de la malaria como si nada. Y, como si nada, abandonamos a los alumnos que más nos necesitan. Eso sí, amparados por la Ley, que nos permite tranquilizar la conciencia ante semejante injusticia.

Porque esta niña sí que quiere hacer, quiere seguir estudiando, quiere seguir aprendiendo, quiere seguir viviendo desde sus 12 años este mundo, por inhumano que sea. Y, a buen seguro, que será su generación la que de una santa vez nos despierte de este letargo, donde solo importa el poder y consumir hasta el ahogo. Habrá que dar un aldabonazo en las mentes de los responsables de estos desaguisados para que salgan de sus despachos y miren cara a cara a la realidad, a la otra realidad, la que tan lejana les aparece. Aunque les duela. O no.

La Moraña, a falta de un punto de apoyo

Hace algunos meses asistía a una conferencia relacionada con los temas transversales que se contemplan en el currículo del actual sistema educativo. El ponente, en un ejemplo muy esclarecedor mostró cómo todos los grandes problemas del mundo- y por supuesto, los pequeños-, tenían solución. Solución matemática para ser más exactos. Un simple cálculo nos desentrañaba cómo con una mínima aportación de lo que en Occidente se desecha o forma parte de nuestros "lujos", podrían crearse escuelas, hospitales, talleres, etc. en los países subdesarrollados hasta llegar a un nivel aceptable de condiciones de vida.
Posiblemente, sea necesario tomar conciencia de esto y llevarlo a la práctica. En realidad, parece sencillo. Y lo es. ¿Dónde está la trampa? También es sencillo: no interesa. ¿A quién? Quizá tampoco nadie se atreve a decirlo. Tiene que haber un "Tercer Mundo" para que haya un "Primero" y un "Segundo". Sin duda, esta inconsciencia nos llevará a "necesitar" de un "Cuarto mundo". Y si no al tiempo, que dijera un paisano nuestro.
A nosotros nos viene largo y lejano este asunto, por lo que nuestras posibilidades de llevar a cabo alguna de estas empresas se desvanece en un gesto de buena voluntad, unas veces de modo personal, las menos; y otras apoyándonos en colectivos confiando en que tan noble gesto sirva, al menos, para tranquilizar nuestra conciencia. En cualquier caso, habrá servido para ocupar un espacio de cualquier medio de comunicación, con las connotaciones sociales que ello tiene. Tal vez sea el gesto que nos inmortalice.
Al tiempo que hago esta reflexión, no puedo dejar de pensar en el entorno más próximo. ¿Acaso no nos está sucediendo lo mismo? Llevados por ese ensimismamiento, por un afán de protagonismo sin sentido, permanecemos ciegos a la realidad social que nos circunda. ¿Acaso nuestros pueblos no están cayendo en otro "mundo", por abandono, por falta de infraestructuras imprescindibles, de medios, de recursos indispensables para algo que se ha dado en definir como Estado del bienestar, y en cuya construcción nos estamos dejando nuestro "estar regular" para "estar peor"?
Resulta difícil elaborar un modelo que sirva para todos y cada uno de los municipios de nuestra provincia. Más para un lego en temas políticos - de lo cual me precio -, y para quien desconoce datos reales de inversiones, lo que puede dificultar en algún modo éste planteamiento, sin embargo debidamente fundamentado.
Hecha esta pequeña advertencia, y hasta que alguien me brinde la oportunidad de manejar datos reales de los últimos años, me limitaré a trabajar con apreciaciones, con evidencias y datos que, aunque no estén cuantificados, están presentes en la retina de quienes sobrevivimos a esta absurda política que se aplica en nuestros pueblos en nombre de ese Estado del bienestar.
Durante los últimos años, observamos cómo existen municipios que paulatinamente van quedando deshabitados y, en consecuencia, abandonados. Las razones son múltiples, tantas que quizá por ello no nos merece la pena detenernos a examinarlas,- si no nos afecta, no nos interesa. De estos pueblos, no obstante, permanece en pie un frontón de verde reluciente construído con el fin de que algún político permaneciese en su sillón; en otros será centinela un esbelto Ayuntamiento de ladrillo de cara vista - que es lo que ahora predomina en este tipo de edificaciones-, en el que nadie sabe si alguien aprovecha todos los recursos que en su día se dispusieron para su mejor funcionamiento.

El asfaltado de calles, la desproporcionada ola de inauguraciones de "todo", -algo que me recuerda mis años de niño, cuando venía el Señor Gobernador, que era una persona casi supraterrenal, al que todo el mundo aplaudía sin saber por qué, y cuya misión era cortar un trozo de cinta con los colores de nuestra enseña nacional. Por cierto: ¿Alguien sabría explicarme que destino tenían estos trozos de cinta? ¿Están en algún museo de interés? Aún hoy, observamos cómo se inauguran autopistas por metros, calles por centímetros y Ayuntamientos por baldosas.
Que todos los españoles somos iguales ante la ley es algo que admito, no sólo porque lo diga nuestra Constitución. Que todos seremos iguales al fin del próximo milenio, no cabe la menor duda. Entonces, ¿Cuál es el planteamiento? Muy sencillo. Un número importante de municipios estarán deshabitados en un breve plazo de tiempo. Premisa importante para continuar con la disertación. Si admitimos esto, ¿qué sentido tiene esta desproporcionada inversión de bienes comunes en intereses muy particulares, tan particulares que afectan más al interés político que a los propios vecinos? ¿Quién paseará esa calle que hoy se está asfaltando con esmero, en una población en la que "sobreviven" acaso media docena de habitantes? Reitero mi respeto y consideración para todas y cada una de esas personas, así como mi consideración a una hipotética respuesta a mi teoría en base a " el apego a sus raíces". Esta expresión es la que siempre ha rebatido mi teoría, incluso cuando fue comentado hace varios años a relevantes personalidades en el ámbito político en nuestra provincia. Mi réplica es clara: acaso no intentamos ayudar a los otros "mundos" por miedo a que "pierdan sus raíces". ¿Por eso es mejor dejarles en su "trabajada miseria"? ¿O les devolvemos a su realidad en un vuelo especial para que prosigan en su merecida evolución?¿ O esperamos que intenten de nuevo el salto del estrecho, a ver si la próxima vez tienen menos suerte?
Permítanme que dude de que una sola de esas personas, que hoy habita uno de los pequeños núcleos de población próximos a su extinción, se apoyara en "amor a la tierra" ante una propuesta seria de mejora de su calidad de vida. Cuando es tan fácil renunciar a los propios principios,- y el que esté libre de pecado...-, se me antoja más fácil renunciar a algo absolutamente más etéreo.

Tomen una a una a estas personas, ofrézcanles una vivienda digna, servicios más que mínimos de limpieza, de luz y alcantarillado, recursos culturales en calidad y cantidad, una infraestructura de salud de atención algo más que "primaria", centros de enseñanza obligatoria para sus hijos a la vuelta de la esquina, centros polideportivos realmente dotados y accesibles, a más de un importante programa de apoyo al deporte base, asociaciones culturales, juveniles; posibilidades de ocio, talleres ocupacionales con orientación al mundo laboral perfectamente organizados, y un puesto de trabajo.
No se trata de "obligar" a abandonar un pueblo, sino de facilitar el acceso a una mejor calidad de vida a quienes mañana tendrán que abandonar ese mismo pueblo en peores circunstancias y, entonces sí, obligados. Para entonces, durante algunos años,- no demasiados-, se habrán seguido invirtiendo importantes sumas en servicios no necesarios, salvo para quien deba asistir al protocolo y corte de la cinta correspondiente.
Para quien no conozca la realidad que viven nuestros pueblos esto puede parecerles, en el mejor de los casos, una utopía. A quienes mantienen intereses, una barbaridad, aún conociendo esta realidad.

Sí, aquí también hay una solución matemática. Mientras continuo a la espera de recibir los números que sin duda avalan esta disertación, me apoyaré en algunas cuestiones que no dudo en que a alguien, ajeno seguramente a las instituciones -que a nadie gusta reconocer sus lagunas-, le hará pensar en la posibilidad de esa solución. ¿Qué presupuesto tiene cada uno de los municipios de La Moraña? ¿A cuánto asciende el montante de todos ellos? La deducción es clara. ¿No es posible ya hacer realidad esa utopía? Para quien considere que aún esto es insuficiente, añadiré más datos: ¿Cuál es el gasto de un morañego en desplazamientos a lo largo de un año, por diferentes razones: compras, ocio, visitas hospitalarias, consultas médicas, reparación de vehículos, etc.? ¿Cuánto gastamos en desplazamientos escolares? ¿ Qué peligro añadido existe en estos desplazamientos? ¿Y el movimiento de profesionales, médicos, maestros...? ¿Y la vivienda de todos ellos? ¿Qué porcentaje de los presupuestos de una localidad se gasta en fiestas? ¿Cuánto se gasta en apoyo a colectivos culturales, a asociaciones sin animo de lucro, a creación de puestos de trabajo, a potenciar la implantación de empresas, a la cualificación de trabajadores, a la mejora de la calidad de vida de los vecinos, al mantenimiento de las infraestructuras, a gastos de "representación", a "otros gastos", etc? El interrogatorio no tiene fin.
En realidad se trata de números. Tómenlos uno a uno, realicen una sencilla operación y comprobarán que nos movemos en los ámbitos de la realidad. Eso sí, condición indispensable será el renunciar a intereses políticos y personales, en intento de conseguir un verdadero bienestar para el conjunto de municipios. Insisto una vez más en la imposibilidad de ofrecer detalles por no disponer de datos cuantitativos, aunque dispongo en mi favor de una visión global de la que parecen carecer los que administran nuestros presupuestos, cuya ceguera e intolerancia les impide a veces alcanzar más allá de su ombligo.
Si a esto añadimos que ya existe un entramado asociativo que puede encauzar las diferentes propuestas, así como importantes aportaciones económicas, el proceso a seguir es más que sencillo. De haberse comenzado este planteamiento hace una década, ya estaríamos hablando de otro mundo rural. Esperemos que el tiempo no se vuelva contra nosotros por haber pecado de omisión.

En consecuencia, dénme un estadista y ...

"animales y ´animales´"

Leemos con estupor cómo un grupo ´antitaurino´ que se hace llamar 'Iniciativa charra contra la desaparición del tauricidio', ha destrozado el panteón del torero Julio Robles en Ahigal de los Aceiteros (Salamanca).

Estos ´defensores de los animales´, no han tenido otra ocurrencia que entrar en el cementerio de esta localidad salmantina, buscar la tumba de Julio y derramar pintura roja sobre su panteón, escribir en la parte posterior "toreros asesinos" y, al no poder desenterrar su cuerpo como era su intención, llevarse su busto en bronce.

Los hechos han sido denunciados por la familia de Julio a la Guardia Civil de Lumbrales (Salamanca).

¿Qué mejor para defender a los animales que hacer el animal?, ¿Qué mejor para respetar a los animales que atacar a las personas, incluso tras su muerte? Esta panda de cobardes, cualquier calificativo les queda pequeño, flaco favor hacen a quienes con más argumentos y con menos barbarie sí que tienen derecho a llamarse ´antitaurinos´. Y están en su derecho. Pero tratar de buscar la razón por medio de este tipo de actos es una incongruencia. Se privan a sí mismos de razón.

Y un apunte para estos amigos que además de cobardes adolecen de cultura. En lugar de profanar tumbas, deberían darse una vuelta por esa magnífica Universidad que tienen en su ciudad. Si se denominan "Iniciativa charra contra la desaparición del tauricidio", en su mismo nombre revelan una incongruencia; si están contra la desaparición del tauricidio, quiere decirse que están a favor. Hasta para eso son torpes.

Se puede estar a favor de los toros o no, como de tantas otras cosas. Hay vías para manifestarlo, denunciarlo y presionar cuanto gustemos. Pero a estos insensatos que en nada representan a otros colectivos antitaurinos, lo que mejor les define es: "Quod natura non dat, Salmantica non praestat".